María Carolina Araújo
Estudiante de comunicación social y periodismo
Universidad de la Sabana
Quinto semestre

martes, 13 de septiembre de 2011

La liberación de la ira y otros sentimientos

Por María Carolina Araújo Reinemer

 “Llégate a la casa, parchamos un rato y luego vamos al concierto” dijo Samuel. Llegué a su conjunto y me dirigí a su casa. Mientras caminaba, había un montón de colores que se encontraban en el fondo, verdes, rojos y amarillos. Se trataba del color del pelo de los amigos de Samuel y de sus jeans teñidos. Saludé y nos fuimos. Nos montamos en un bus. Llegamos al barrio Cedritos y pasamos por un CAI que se encontraba en toda la 19. Una cuadra después nos bajamos y  Carlos dijo “putos tombos malparidos”. Llegamos al lugar y el hombre que se encontraba en la entrada me miró con rareza. Con rabia. Samuel le dijo que iba con él y frunciendo el ceño me dejó pasar.

“Llegamos al concierto de punk por la tolerancia”. El espacio era amplio. Veía la división de la casa de forma muy clara. Al frente mío había un pastillo largo de paredes blancas. Al fondo estaban unas personas que fumaban marihuana. Una pareja peculiar. El hombre con los ojos idos y chiquitos, fumaba lentamente. La mujer. Con los labios abiertos y la frente arrugaba le decía algo gritándole fuertemente. Pero sólo era eso. El volumen de la música era tan alto que no se podía (aunque hubiese querido) escuchar lo que ella le decía. A la izquierda por una entrada sin puerta estaba “el concierto”. En la tarima había una banda.  5 personas. El vocalista, alto y flaco. Inclinaba su cabeza y pateaba haciendo ritmo con cada compás de la canción. Los instrumentos sonaban tan fuerte que no se  podía escuchar bien la letra, ni su “melodía” pues aunque ésta evidentemente no se cantaba porque sólo se veía al hombre gritar, parecía tener un ritmo. El bajista y el guitarrista principal siempre se acercaban mirándose. Ambos con el pelo largo hasta los hombros y la misma estatura, bailaban de un lado al otro moviendo los pies, acariciaban los instrumentos. El que tocaba la segunda guitarra se acercaba constantemente al público, sobre todo cuando sonaba el coro que emocionaba a todos. Pateaba y movía la guitarra con gran exageración de un lado al otro. Frente a ellos, había un gran espacio, en donde muchos entraban a “poguear”. Se intensificaba en las partes instrumentalmente aceleradas. Cuando “bailaban” los rostros de estas personas formaban tantas expresiones como si cogiesen toda la fuerza interna que tenían para soltarla con puños y patadas. Decidí meterme para sentir la sensación. Había ritmo. Había música. Había rabia. Samuel, se dio cuenta que me metí y me saco diciendo “te han podido partir la nariz”. No pude evitar soltar una carcajada. Pues desde que lo conozco él siempre iba a ese tipo de conciertos y hacía esa clase de bailes.
Se nos acercó otro hombre. Gordo y bajito. Diciendo que había un problema en la entrada. Intente salir con él para ver lo que estaba sucediendo. Pero no me dejó. Me quedé en la entrada. Veía unos señores gorilas. La mayoría tenían las cabezas rapadas y bates en la mano. Se trataba de Skin Heads. Empezaron a llamar a todos los de adentro y sentí a unos hombres que me empujaron para salir. Samuel volvió y le pregunté qué pasaba. Al parecer los Skin tenían un problema con una banda. Los punkeros empezaron a gritarles que se fueran, que si no lo hacían los cogían entre todos. Éstos se fueron, pues igual eran minoría y no podían hacer nada. Todos entraron y el concierto siguió.

Unas mujeres se me acercaron, estaban detrás de mí, una me empujó hacía el pogo y las demás se metieron a hacer el baile. Intente seguirlo. Pero evidentemente no sabía lo que hacía.  Sentí varios golpes y empujones. Entendí.  Aunque me había puesto jean, converse y un saco. Yo sabía que era un florero en aquel lugar. Para mí ese día en el concierto había acabado. Me salí del baile y me sentí contagiada por esa ira del lugar. Ellos realmente representaban lo que era ese estilo de música. El punk.  

2 comentarios:

  1. Cuando hablas de la pareja “peculiar” el lector necesita más elemento para saber a qué te refieres. Debes tener más cuidado con la puntuación, sobran algunos puntos y puedes ubicar mejor unas comas, con eso mejoras la fluidez de la narración. Además, cuando hablas del coro podrías arriesgarte a poner un fragmento de la letra. Es un buen comienzo.

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  2. Contruyes una secuencia, describes, se puede ver el ambiente del lugar, los personajes, ver el lugar que ocupas, si te permites ser más reflexiva dentro del texto, el asunto de la ira, la parte final no te quedará como moraleja. Haz el intento, recuerda todas las funciones del narrador, todo lo que puede hacer.

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