María Carolina Araújo
Estudiante de comunicación social y periodismo
Universidad de la Sabana
Quinto semestre

viernes, 21 de octubre de 2011

Diálogo con John Lennon: Una tarde para reflexionar

J L: ¡Oh Yoko! Como la canción del álbum “Imagine”.

 (Esta vez se trataba de las palabras que salían de la boca de John Lennon desde el otro lado de la cocina cuando él se enteró que los chocolates que tenía guardados en secreto Yoko los había botado. Estar en esta casa me recordaba mi infancia. Yoko se portaba muchas veces como la mamá de John, le decía qué hacer y qué no. Tal vez por eso eran tan unidos. Con la muerte de su madre siempre tuvo ese sentido de soledad.  Él con su carita de resignación que terminaba con una ligera sonrisa, terminaba accediendo a las ideas de ella. Pero en fin, eso es el amor. A veces me sentaba con ellos a escuchar música o a grabar canciones. Aunque no tengo mucho sentido musical y menos oído me gustaba pasar el tiempo con ellos).

JL: “In the middle of the night. In the middle of the night I call your name….”

(Empezó a cantar John moviendo las manos y cerrando los ojos. Acercándose a Yoko que estaba en el sofa).

JL: Ven y siéntate acá Reinemer

(En ocasiones me parecía un regaño. Pero me estaba acostumbrando).

Y: En la silla de allá.  

(Yoko y John estrecharon su mano. Yoko sí que era mandona. Me llamaban Reinemer porque se les dificultaba pronunciar mi nombre y primer apellido, sin embargo Yoko siempre lo decía diferente, con una e de más o una e de menos…).

Y: Ya es hora que consigas tu Lennon

(Solté una risa)

YO: Falta mucho para eso. Esa intensidad que tienen ustedes no se consigue a la vuelta de la esquina. Le dije yo. Tampoco existe una persona capaz de aguantarme.

(Soltaron una risita, asintiendo a lo que decía)

J L: Hoy tengo muchos pensamientos en la cabeza. Da Da Da Da.

(Tarareaba)

J L: Desahogarme. Escribir. Cantar. Vamos a dar una vuelta.

(Gritaba él cada palabra, subiendo cada vez más el tono, con una sonrisa y los brazos levantados. Cruzó la pierna, pensó algo y se paró).

J L: Nos fuimos.

(A John le encantaba pasar las tardes en el piano escribiendo cientos de canciones. Era catarsis. Se desahogaba y se veían las hojas de papel sobre el piano. Esa mañana. Como era de costumbre ellos salieron a caminar. Esta vez yo me ocupé de hacer su camino menos romántico).

J L: El camino sin amor que no conoce lugar de descanso…

Yoko: el pulso contraído del tiempo, el tremendo cansancio del alma…

(Bien hippies en ocasiones…)

YO: ¿Qué es eso? Ustedes sí que son bien pegajosos.

J L: Wilde, Oscar Wilde…

Yoko: ¿Es posible que aún hay gente que no sepa quién es?

YO: Bienvenidos a mi generación.

(Yoko y Lennon por un momento tuvieron una expresión de desilusión. A John le encantaba ese poeta porque pasó por mucho sufrimiento dentro del desarrollo de su arte y de sus pensamientos. Algo que tal vez le recordaría un poco a él, cuando se sentaba horas y horas escribiendo en plena soledad, canciones como “Mother”, reflejaba ese gran vacío que ahora Yoko suplía. Pero todo pasó cuando Lennon vio  la cara de ella. Él le paso la mano por el pelo y le sonrió. Sí, ahí fui un hongo pintado. Pero cuando John está cerca de ella se le olvida todo su entorno.  Si alguien me preguntara si creo que el amor existe. Me basaría en lo que he visto de ellos para saber que sí).

(Llegamos de nuevo a la casa. Yo me infiltre en su mini estudio para escuchar lo último que habían hecho. Me gustaba bastante la combinación que hacían musicalmente, cada uno interpretándola de forma diferente, eso sí, nada parecido a los Beatles. Cuando salí vi a John bien concentrado escribiendo algo en un papel, era bien activista. Me acerque y vaya sorpresa la que me lleve. Había hecho una caricatura de mí, sus ojos me veían bien fea, que más se puede esperar de una persona tan hipnotizada sentimentalmente. Solté una carcajada. El dibujo era una representación de mí como un hongo en el parque. Basado en un hecho real, claro está).

Yo: que buena representación de mí.

J L: Que más esperas de un gran caricaturista

Yoko: y eso que no te ha mostrado todos los que ha hecho de ti.

YO: no puedo esperar para verlos. Me imagino como serán. Así es el amor que ustedes tienen por mí, ¿no?

J L: en el arte es en donde mejor se puede expresar todos los pensamientos, sobre todo cuando se trata de sentimientos. Claramente Reinemer, nosotros te queremos, no te la pasarías acá metida.

(John parecía sufrir de doble personalidad. Uno era el que se le sentaba al lado a Yoko para que lo consintiera como un perro y claramente el otro era el que me hablaba a mí. Un lennon más seco, pero sensible, una de las combinaciones más raras de carácter que había visto en mi vida. ¿De dónde saldrá tanto talento artístico? Lo miro y lo miro y cada vez me parece más normal. Su aspecto nada del otro mundo, en ocasiones bastante desaliñado. De tanta imperfección surgen acercamientos a la perfección musical demasiado profundos).

YO: ya me tengo que ir, tengo que adelantar un trabajo de crónica.

J L: Esperaré mi chocolatico la próxima vez que vengas. No le digas nada a Yoko.

YO: El de siempre… yo veré la carpeta de caricaturas que me tendrás la próxima vez que venga para caminar con ustedes en el parque. Tal vez se sorprendan y ya haya encontrado a alguien en el camino. Así me dibujarás de forma diferente.

J L: Nada mejor que el amor.

(Me despedí. Así termino el día con John Lennon y Yoko Ono. Y yo, buscando el amor).







Y él hizo del Punk su vida: Diálogo con un punkero de corazón


Por María Carolina Araújo Reinemer


Llamé a Carlos Velázquez, un amigo de hace años. Pactamos la cita, su voz es muy tierna y agradable. Llegué a su casa. Entramos a su cuarto. Cuantos recuerdos, me acordé de las muchas veces que estuvimos en su casa hace por lo menos unos 5 años, y después de tanto tiempo nos volvimos a ver. Bajo un propósito diferente. Esta vez me interesaba saber de qué se trataba su música, su entorno, su ideología, el punk.

Goku, como lo llaman sus amigos. Tiene un aspecto bastante dulce, sobre todo su personalidad. Cuando se expresa es bastante respetuoso y habla con mucha amabilidad, lo cual es un factor importante porque a mí sí que me tienen que tener paciencia. Su pelo es largo, viste jeans entubados y chaqueta de cuero, parece uno de los Ramones. Que buen estilo. Diría que más roquero que punkero, él mismo lo afirma.

(Empezó a mostrarme unas revistas que eran parte de su nuevo proyecto, con una gran sonrisa y moviendo constantemente las manos me iba hablando)

Carlos: Yo hago las ilustraciones, los dibujos y acá hay entrevistas, la gracia es como distribuírselo a la gente con el fin de unir a las persnas porque acá ha habido muchas peleas.

(Mientras me mostraba los dibujos, yo sostenía un libro lleno de ilustraciones del Rock y del Punk)

Yo: Yo me acuerdo de esos dibujos que hacías.

Carlos: Sí,  pero ahora son mucho mejores, no?

Yo: Completamente.

Carlos: No encuentro nada en este momento porque acaba de llegar, me acabo de comprar un montón de libros.
Antes el punk, las pintas no eran como las de ahora. Tú no puedes hablar del punk como un momento histórico sino como un proceso. La semilla es en New York, ahí estaba Patty Smith. Acá lo importante, es que el punk es para el rock como las vanguardias para el arte. ¿Entiendes?

Yo: No…

Carlos: Las vanguardias eran como el cubismo, ahí es cuando se rompe la estructura del arte. Lo que pasaba entonces con el rock en NY es que todos querían hacer su propio rock, ahí surge el punk, en respuesta de esa complejidad.

Yo: Había gente que empezó a generar el material propio.

Carlos: Sí, eso es lo más importante dentro del punk. El “hazlo tú mismo”.
Ahora, esto es simplemente una moda retro, no le llama la atención a nadie, sale hasta en las novelas. Hay personas que hacen del punk algo comercial. Entonces empieza la teatralidad en NY por ejemplo habían bandas que las vestían como comunistas, que eso en ese momento pues marcaba la diferencia y sobre todo hacía polémica.

Yo: El punk se supone que no se puede definir, por lo que he escuchado… pero más o menos ¿qué dirías que es?

Carlos: Es una moda retro que en ciertos contextos vuelve a re interpretarse y darle un nuevo significado que tenga algún sentido. Con símbolos, dependiendo su contexto. Por ejemplo, en España, con lo del anarquismo, eso no era simplemente unos jóvenes intentando ser “rebeldes” sino que en cierto momento era una corriente política.

Yo: Sí, muchos tal vez adoptaron ese sentido de la anarquía de forma diferente, bajo un contexto distinto y sin sentido…

Carlos: En este caso fueron todos los nietos de los  que perdieron la guerra civil, tenían eso en su cabeza, entonces vieron una forma de re interpretarlo y darle un significado. De ahí nace de pronto esa coyuntura del punk con la izquierda. Eso no nació con la idea original sino que fue un contexto que hizo que se le adoptara un nuevo significado al punk.

¿Los skinheads tienen algo que ver con ustedes?
(Se coge la cabeza y pasa su mano por el pelo. Intentando recordar todo de forma lineal. Pero creo que lo desvío un poco de ese proceso con mis preguntas que lo sacan un poco de su pequeña historia)

El skinhead fue primero que el punk, eran los ingleses que escuchaban toda esa música que de hecho eran de negros. Ahí surge toda la estética del trabajador, la cabeza rapada y todo eso. En los 70s se vuelve a recobrar lo del punk en ellos, eran más violentos, era más acción y menos artísticos. Eso para la gente de ultra derecha y ultra izquierda era útil, porque metieron una mata en la calle que propagaba sus ideas y generaba conflicto.

Yo: Algo que realmente me interesa saber es ¿Cómo llega a Colombia y sur américa?

Carlos: Muchos dicen que surge de las comunas de Medellín, por todo el contexto de los carros bombas y el narcotráfico.
Empezaron a hacer sus propios instrumentos pero hay otra historia.

Yo: Y esa otra historia…

Carlos: Pues que siempre esta ese juego del punk gomelo y el de la calle…

Yo: ¿Punk gomelo?

Carlos: Sí, están las primeras bandas que cantan en inglés… que tuvieron la oportunidad de viajar y traer la música a Colombia. Se empieza a cerrar mucho la música porque era difícil conseguirla. Por eso surge eso de que nadie quiere que el otro sea.

Yo: Que el otro es una caspa…

Carlos: Siempre me pregunte eso, por qué no quieren que la gente sea. Era por eso, porque en ese momento conseguir la música era muy difícil. Por ejemplo, alguien pedía un disco y le decían como se lo presto pero no lo grabe.

(Yo seguía pasando las páginas  del libro que estaba sosteniendo todo este tiempo. Observé una foto de una mujer bastante descuidada estéticamente. Recordé una experiencia propia que había vivido hace unos meses).

Yo: Yo tuve la oportunidad de ir a un concierto de punk en Nueva York, quedé un poco impactada porque allá sí son bien radicales, sobre todo las mujeres. Me llamó la atención la vocalista de un grupo que su blusa no tenía mangas y se veía que no se había depilado. ¿Ir en contra de la estética tiene algo de importante dentro del punk y toda su ideología?

Carlos: Bueno digamos que va de la mano, porque tú eres un mensaje visual. En la forma en que tú te vistes tú eres tu marca. En el punk tú decides quién quieres ser, mostrando tu atuendo. Lo otro es la parte de la teatralidad, tú estás mostrando en el escenario lo que tú piensas, lo que tú eres. Por ejemplo, esta chaqueta que yo tengo la hice yo, esta camiseta es estampada por mí, este parche lo hice yo, el pantalón un amigo. Tú elaboras tu personaje, por ejemplo a mí no me gusta la cresta, cada uno elabora lo que quiere.

Yo: Pero ese intento de ir en contra de la moda, finalmente es una moda, ¿no?

Carlos: Sí es contradictorio. De los pelos así locos y eso, lo hacía un diseñador de modas, Malcolm McLaren, que era el que en su momento en E.U. hacía los peinaos y vestimentas de las bandas, era lo de los comunistas que anteriormente te mencioné. ¿Te acuerdas?

Yo: Sí…

Carlos: Pertenecían a un movimiento artístico que se llamaba el situacionismo.

Yo: ¿Qué era el situacionismo?

Carlos: Poner a políticos, o a lo que fuera, en cosas absurdas, en fotos.

Yo: Como photoshop…?

Carlos: Más o menos, en ese momento no existía photoshop entonces ponían recortes y cosas de fotografías. Ponían a dos presidentes besándose y salían en la televisión y eso generaba gran controversia y una reacción. Ahora tú sales a la calle y lo máximo que puede pasar es que una viejita dirá ¡ayy esta gente, esta juventud! Pero ya…

Yo: Cambiando un poco de tema… pensarías que el punk ayuda a liberarse?

Carlos: Sí, es como una catarsis. Es una plataforma que está abierta de diferentes formas, gráficas, música, video. Esto le permite a la gente expresarse lo que piensan a través de medios no formales, una de las cosas más importantes. Lo más importante es el hazlo tú mismo, los medios independientes y pues la sinceridad que se apropie, pero que tu no sigas aplicando lo mismo, sino algo que incumbe a tu realidad.
El punk de Medellín por ejemplo, es una bulla horrible. Yo soy mucho más roquero en ese sentido. Ellos no tenían nada de herencia musical del rock.
Toca vivirlo coherentemente, bajo tu entorno. Digamos ridículo sería cantarle a una reina si nosotros no tenemos una.

Yo: No puedo evitar ver las contradicciones que existen dentro de esta “ideología” tal vez por lo que tú dices que no está definida como tal. Pero dentro de lo que he podido investigar uno de los pilares que tiene el punk es el principio de no discriminación. Lamentablemente ese principio no se ve muy evidente incluso entre ustedes, por tantos conflictos que se forman…

Carlos: Digamos que hay múltiples razones, primero no nos podemos negar que el punk en parte sale de la calle, de las prostitutas, de los ladrones, homosexuales, sin embargo el hecho que seamos colombianos y haya tantos prejuicios en la calle es un factor que afecta mucho el principio de la discriminación.

Yo: Un ejemplo…

Carlos: Un día que estuvimos en un concierto de chapinero estaban todos los punks en la calle y pasaron unos homosexuales y empezaron a gritarle cosas…

Yo: ¿Han intentado mejorar la situación o esos conflictos que tienen entre escenas?

Carlos: Si tú crees en una idea entre más personas la integren mejor, ¿no? Lo que hicimos para intentar quitar esas tensiones han sido conciertos para promover esa unión. Por lo menos ya estamos en el mismo combo entre Soacha, el 20 de julio y Calleja.

Yo: y lo comercial? Siempre hay como un tabú con eso, no?

Carlos: Bueno de entrada el punk no puede ser comercial, porque musicalmente no ofrece lo comercial. La forma de mantenerse es alejándose de esa industria. Es inevitable que cada vez que el punk se re interpreta se convierte en moda, se vuelve masivo. Pero se debe alejar de la industria porque ésta funciona por picos, entonces sería un producto de temporada y eso a la industria no le conviene porque ellos desean la permanencia.

(Es inevitable ver la emoción de Carlos al contar las cosas. Va paseando por todo el cuarto en círculos  y mientras habla me muestra libros, discos, camisetas y un montón de cosas. Para. Me dice que vaya y me muestra una caja llena de casetes, calcularía unos 200, aunque soy un poco mala calculando de reojo).

Es increíble saber que él tiene tanto sentido musical ahí en donde lo ven, bueno, artístico. Toca la guitarra, compone, dibuja, canta, es bastante plurivalente. Yo que he tenido el privilegio de escucharlo me gusta su re interpretación de la música. Lo más importante de todo tal vez sea las intenciones que tiene con ella, unir, crear arte, comunicar y expresarse. ¿Por qué no? Entiendo tal vez porque su personalidad es tan amable y calmada. Diferente a lo que la gente pensaría si se les habla de un punk. De pronto sea porque la música la utiliza como catarsis y su visión de la vida es bastante concreta. La tiene clara Goku. Si me preguntaran qué pienso de él,  diría tal vez que es una persona increíble y que es tan versátil e indefinido como el género que se expone en sus canciones y que tal vez se asemeja en muchos sentidos a personajes de su banda favorita, Los Ramones.


lunes, 17 de octubre de 2011

Narrador periférico: La liberación de la ira: liberamos nosotros los colombianos la ira.

Por María Carolina Araújo Reinemer

Todo empezó desde el día que la escena de punk de Bogotá se reunió a hacer un concierto para la tolerancia. “Llégate a la casa, parchamos un rato y luego vamos al concierto” dijo Samuel cuando aún pensaba que era raro que quisiera ir. Llegué a su conjunto y me dirigí a su casa. Mientras caminaba, había un montón de colores que se encontraban en el fondo, verdes, rojos y amarillos. Se trataba del color del pelo de los amigos de Samuel y de sus jeans teñidos. Me deslumbré recordando esas mismas gamas cuando iba de pequeña a ferias y parques de diversiones. Saludé y nos fuimos.  Llegamos al barrio Cedritos y pasamos por un CAI que se encontraba en toda la 19. Una cuadra después nos bajamos y  Carlos dijo “putos tombos malparidos”. Él pensaba que los policías muchas veces no hacían su trabajo bien y eran el ejemplo perfecto del abuso del poder. Llegamos al lugar y el hombre que se encontraba en la entrada me miró con rareza. Con rabia. Samuel le dijo que iba con él (desde hace rato que tenían sus encontrones) y frunciendo el ceño me dejó pasar. Aquel hombre tenía un aspecto gracioso, era tan grande que parecía un trol (hasta la torpeza se le asemejaba), y su ropa era tan pequeña que parecía que se la había cogido al hermano pequeño de 7 años. Pero en fin, lo más gracioso fue indudablemente la cara que puso cuando Samuel (siendo más pequeño) lo calló. Claramente el trol le quería meter la mano. Claramente Samuel se la hubiera respondido.

El concierto estaba bien organizado, las bandas, los espacios. El espacio era amplio. Muchos de ellos fumaban marihuana. Claro. Era necesario. Todo era tan rápido que se necesitaba de algo que hiciera de la situación algo menos acelerado. El ambiente se sentía tenso, algunos podrían decir que en ocasiones ellos pueden ser hasta politiqueros, y si te ven con un jean Levis o un saco Abercrombie instantáneamente vas a ser el centro de allí. Rabia. Adrenalina. Vida acelerada. Propósitos.

Había un pasillo largo de paredes blancas. Al fondo estaban unas personas que fumaban y fumaban y fumaban. Una pareja peculiar. El hombre con los ojos idos y chiquitos. Estaba en otro lado, menos allí, fumaba lentamente. Pensaba que el humo se veía lindo saliendo por el aire. Quisiera él que fuera de colores. Tal vez fue uno de los pocos que no estaba tan “activo”.  La mujer. Con los labios abiertos y la frente arrugaba le decía algo gritándole fuertemente. Su desesperación provenía del sentimiento que cruza la moral y la envidia. Ella no fumaba, pero ver en ese estado a su novio le provocó la necesidad de regañarlo sabiendo en su interior que ella también quería ver ese humo bonito saliendo de su boca. A la izquierda por una entrada sin puerta estaba “el concierto”. En la tarima había una banda.  5 personas. El vocalista, alto y flaco. Inclinaba su cabeza y pateaba haciendo ritmo con cada compás de la canción. Esos golpes musicales le daban la adrenalina suficiente para hacer un buen manejo escénico. Vaya que lo hacía. Los instrumentos sonaban tan fuerte que no se  podía escuchar bien la letra, ni su “melodía” pues aunque ésta evidentemente no se cantaba porque sólo se veía al hombre gritar, parecía tener un ritmo. Que ignorancia la mía. Ellos claramente pensaban diferente. El bajista y el guitarrista principal se acercaban mirándose. Ambos con el pelo largo hasta los hombros y la misma estatura, bailaban de un lado al otro moviendo los pies, acariciaban los instrumentos. De alguna forma me parecían una imitación chibchombiana de los “Ramones”. El pelo, la pinta, los instrumentos y sobre todo la música. El que tocaba la segunda guitarra se acercaba constantemente al público, sobre todo cuando sonaba el coro que emocionaba a todos.  Esta banda sí que era popular dentro de esa escena. Pateaba y movía la guitarra con gran exageración de un lado al otro. Frente a ellos, había un gran espacio, en donde muchos entraban a “poguear”. Se intensificaba en las partes instrumentalmente aceleradas. Cuando “bailaban” los rostros de estas personas formaban tantas expresiones como si cogiesen toda la fuerza interna que tenían para soltarla con puños y patadas.  Era pura demostración de ira. Meterse en el pogo despierta muchas sensaciones. Había ritmo. Había música. Había rabia. Samuel pensó que estaba loca al meterme por lo cual me regañó. Pero valió la pena. ¡Wow! Que experiencia.  

Había un problema. Desde el otro lado se observaban unos señores gorilas parados en la entrada. La mayoría tenían las cabezas rapadas y bates en la mano. Skin Heads. Llamaron a los de adentro y de repente la escena se asemejaba a un documental de Discovery Channel mostrando una avalancha de animales.  Samuel volvió y le pregunté qué pasaba. Al parecer los Skin tenían un problema con una banda. ¡wow! Parecía o bueno me sentía una protagonista de una escena de  “Historia Americana X”. Los punkeros empezaron a gritarles que se fueran. Éstos se fueron. Todos entraron y el concierto siguió. Un mal final para lo que prometía una buena historia.

Unas mujeres empezaron a pogear. Patadas por allá, puños por acá. Los aires se sentían cada vez que la mano rozaba con el viento por la fuerza del movimiento.  Intente seguirlo. Pero evidentemente no sabía lo que hacía.  Todo pasó en cámara lenta. Los personajes ya no eran rápidos. Todo era muy lento. El concierto cambió. Entendimiento. Contagio. Sólo quería devolverles los puños. Liberación de ira. Catarcis. En Colombia sí que se vive la ira. Todos los días se ve rabia por todos lados, el señor que le pita a uno en el carro, el taxista que se mete, el bus que se atraviesa para recoger a alguien y el carro de atrás que echa el madrazo, el que se cola en una fila y los demás se molestan. El pogo, la música, el punk, ayudó a liberar la ira. Acabó el día, acabó el concierto. Acabaron por ahora los sentimientos reprimidos de todos los que asistieron. Punk, punk, punk. Sí que te mal interpretan, sí que nos puedes ayudar a los colombianos a liberarnos.
                                                             


Refuerzo del narrador protagonista: La liberación de la ira: liberamos nosotros los colombianos la ira.

“Llégate a la casa, parchamos un rato y luego vamos al concierto” dijo Samuel. Llegué a su conjunto y me dirigí a su casa. Mientras caminaba, había un montón de colores que se encontraban en el fondo, verdes, rojos y amarillos. Se trataba del color del pelo de los amigos de Samuel y de sus jeans teñidos. Me deslumbré recordando esas mismas gamas cuando iba de pequeña a ferias y parques de diversiones. Saludé y nos fuimos. Nos montamos en un bus. Llegamos al barrio Cedritos y pasamos por un CAI que se encontraba en toda la 19. Una cuadra después nos bajamos y  Carlos dijo “putos tombos malparidos”, me reí hacia adentro de forma tímida, pensé que se trataba de una rebeldía sin sentido. Llegamos al lugar y el hombre que se encontraba en la entrada me miró con rareza. Con rabia. Samuel le dijo que iba con él y frunciendo el ceño me dejó pasar. Aquel hombre tenía un aspecto gracioso, era tan grande que parecía un trol (hasta la torpeza se le asemejaba), y su ropa era tan pequeña que parecía que se la había cogido al hermano pequeño de 7 años. Pero en fin, lo más gracioso fue indudablemente la cara que puso cuando Samuel (siendo más pequeño) lo calló.
“Llegamos al concierto de punk por la tolerancia”. El espacio era amplio. Yo veía la división de la casa de forma muy clara. Entendí por qué decían que muchos de ellos fumaban marihuana.  Todo era tan rápido, los movimientos, la música, el baile, que era necesario de algo que los hiciera en su mente ir más despacio. El ambiente se sentía tenso, algunos podrían decir que en ocasiones ellos pueden ser hasta politiqueros, y si te ven con un jean Levis o un saco Abercrombie instantáneamente vas a ser el centro de allí. ¿Por qué tanta rabia? ¿Esa ira es lo que los lleva a la adrenalina que impulsa su vida acelerada? ¿Cuál es su propósito?
Al frente mío había un pasillo largo de paredes blancas. Al fondo estaban unas personas que fumaban y fumaban y fumaban. Una pareja peculiar. El hombre con los ojos idos y chiquitos. Parecía estar en otro lado, menos allí, fumaba lentamente. Tal vez fue uno de los pocos que no estaba “activo”.  La mujer. Con los labios abiertos y la frente arrugaba le decía algo gritándole fuertemente. Pero sólo era eso. El volumen de la música era tan alto que no se podía (aunque hubiese querido) escuchar lo que ella le decía. No por chismosa, o bueno un poco. También porque quería entender un poco de la ira que ellos sentían. A la izquierda por una entrada sin puerta estaba “el concierto”. En la tarima había una banda.  5 personas. El vocalista, alto y flaco. Inclinaba su cabeza y pateaba haciendo ritmo con cada compás de la canción. Los instrumentos sonaban tan fuerte que no se  podía escuchar bien la letra, ni su “melodía” pues aunque ésta evidentemente no se cantaba porque sólo se veía al hombre gritar, parecía tener un ritmo. Lo que mi hermano hacía en su batería parecía tener más sentido. Tal vez lo digo por ignorante, tal vez porque ese es su propósito, tal vez no lo sé. El bajista y el guitarrista principal siempre se acercaban mirándose. Ambos con el pelo largo hasta los hombros y la misma estatura, bailaban de un lado al otro moviendo los pies, acariciaban los instrumentos. De alguna forma me parecían una imitación chibchombiana de los “Ramones”. El pelo, la pinta, los instrumentos y sobre todo la música. El que tocaba la segunda guitarra se acercaba constantemente al público, sobre todo cuando sonaba el coro que emocionaba a todos. Pateaba y movía la guitarra con gran exageración de un lado al otro. Frente a ellos, había un gran espacio, en donde muchos entraban a “poguear”. Se intensificaba en las partes instrumentalmente aceleradas. Cuando “bailaban” los rostros de estas personas formaban tantas expresiones como si cogiesen toda la fuerza interna que tenían para soltarla con puños y patadas.  Era pura demostración de ira, nuevamente me pregunté por qué. Decidí meterme para sentir la sensación. Había ritmo. Había música. Había rabia. Samuel, se dio cuenta que me metí y me sacó diciendo “te han podido partir la nariz”. No pude evitar soltar una carcajada. Pues desde que lo conozco él siempre se había metido en problemas.
Se nos acercó otro hombre. Gordo y bajito. Diciendo que había un problema en la entrada. Intente salir con él para ver lo que estaba sucediendo. Pero no me dejó. Me quedé en la entrada. Veía unos señores gorilas. La mayoría tenían las cabezas rapadas y bates en la mano. Se trataba de Skin Heads. Empezaron a llamar a todos los de adentro y sentí a unos hombres que me empujaron para salir. Samuel volvió y le pregunté qué pasaba. Al parecer los Skin tenían un problema con una banda. ¡wow! Parecía o bueno me sentía una protagonista de una escena de  “Historia Americana X”. Los punkeros empezaron a gritarles que se fueran. Éstos se fueron. Todos entraron y el concierto siguió. Salió como un mal final para lo que prometía una buena escena de lo que quería representar dentro de este escrito.
Unas mujeres se me acercaron, estaban detrás de mí, una me empujó hacía el pogo y las demás se metieron a hacer el baile. Intente seguirlo. Pero evidentemente no sabía lo que hacía.  Sentí varios golpes y empujones. Por primera vez sentía todo en cámara lenta, sentía como cada puño rozaba con mi piel, y en ocasiones cuando se descachaban, sentía el aire pasar. Entendí.  Me contagié. Sólo quería devolverles los puños. Sentí ira, me liberé. Aunque no sé si aplicará para todos, en mi caso, fue una catarsis. Todos los días vemos rabia por todos lados, el señor que le pita a uno en el carro, el taxista que se mete, el bus que se atraviesa por recoger a alguien, el que se cola en una fila y los demás se molestan. Pude sacar esa ira que estaba escondida en el fondo de mí. De aquella vez que un hombre me empujó entrando en el transmilenio, o cuando me rayaron el carro en un parqueadero. Para mí ese día en el concierto había acabado al igual que los sentimientos reprimidos que tenía. Me salí del baile y me sentí contagiada por esa ira del lugar. Ellos realmente representaban lo que era ese estilo de música. El punk. Rebeldía a la opresión. Catarsis, que en ocasiones puede ser mal interpretada. Que de hecho, amé.