María Carolina Araújo
Estudiante de comunicación social y periodismo
Universidad de la Sabana
Quinto semestre

lunes, 17 de octubre de 2011

Refuerzo del narrador protagonista: La liberación de la ira: liberamos nosotros los colombianos la ira.

“Llégate a la casa, parchamos un rato y luego vamos al concierto” dijo Samuel. Llegué a su conjunto y me dirigí a su casa. Mientras caminaba, había un montón de colores que se encontraban en el fondo, verdes, rojos y amarillos. Se trataba del color del pelo de los amigos de Samuel y de sus jeans teñidos. Me deslumbré recordando esas mismas gamas cuando iba de pequeña a ferias y parques de diversiones. Saludé y nos fuimos. Nos montamos en un bus. Llegamos al barrio Cedritos y pasamos por un CAI que se encontraba en toda la 19. Una cuadra después nos bajamos y  Carlos dijo “putos tombos malparidos”, me reí hacia adentro de forma tímida, pensé que se trataba de una rebeldía sin sentido. Llegamos al lugar y el hombre que se encontraba en la entrada me miró con rareza. Con rabia. Samuel le dijo que iba con él y frunciendo el ceño me dejó pasar. Aquel hombre tenía un aspecto gracioso, era tan grande que parecía un trol (hasta la torpeza se le asemejaba), y su ropa era tan pequeña que parecía que se la había cogido al hermano pequeño de 7 años. Pero en fin, lo más gracioso fue indudablemente la cara que puso cuando Samuel (siendo más pequeño) lo calló.
“Llegamos al concierto de punk por la tolerancia”. El espacio era amplio. Yo veía la división de la casa de forma muy clara. Entendí por qué decían que muchos de ellos fumaban marihuana.  Todo era tan rápido, los movimientos, la música, el baile, que era necesario de algo que los hiciera en su mente ir más despacio. El ambiente se sentía tenso, algunos podrían decir que en ocasiones ellos pueden ser hasta politiqueros, y si te ven con un jean Levis o un saco Abercrombie instantáneamente vas a ser el centro de allí. ¿Por qué tanta rabia? ¿Esa ira es lo que los lleva a la adrenalina que impulsa su vida acelerada? ¿Cuál es su propósito?
Al frente mío había un pasillo largo de paredes blancas. Al fondo estaban unas personas que fumaban y fumaban y fumaban. Una pareja peculiar. El hombre con los ojos idos y chiquitos. Parecía estar en otro lado, menos allí, fumaba lentamente. Tal vez fue uno de los pocos que no estaba “activo”.  La mujer. Con los labios abiertos y la frente arrugaba le decía algo gritándole fuertemente. Pero sólo era eso. El volumen de la música era tan alto que no se podía (aunque hubiese querido) escuchar lo que ella le decía. No por chismosa, o bueno un poco. También porque quería entender un poco de la ira que ellos sentían. A la izquierda por una entrada sin puerta estaba “el concierto”. En la tarima había una banda.  5 personas. El vocalista, alto y flaco. Inclinaba su cabeza y pateaba haciendo ritmo con cada compás de la canción. Los instrumentos sonaban tan fuerte que no se  podía escuchar bien la letra, ni su “melodía” pues aunque ésta evidentemente no se cantaba porque sólo se veía al hombre gritar, parecía tener un ritmo. Lo que mi hermano hacía en su batería parecía tener más sentido. Tal vez lo digo por ignorante, tal vez porque ese es su propósito, tal vez no lo sé. El bajista y el guitarrista principal siempre se acercaban mirándose. Ambos con el pelo largo hasta los hombros y la misma estatura, bailaban de un lado al otro moviendo los pies, acariciaban los instrumentos. De alguna forma me parecían una imitación chibchombiana de los “Ramones”. El pelo, la pinta, los instrumentos y sobre todo la música. El que tocaba la segunda guitarra se acercaba constantemente al público, sobre todo cuando sonaba el coro que emocionaba a todos. Pateaba y movía la guitarra con gran exageración de un lado al otro. Frente a ellos, había un gran espacio, en donde muchos entraban a “poguear”. Se intensificaba en las partes instrumentalmente aceleradas. Cuando “bailaban” los rostros de estas personas formaban tantas expresiones como si cogiesen toda la fuerza interna que tenían para soltarla con puños y patadas.  Era pura demostración de ira, nuevamente me pregunté por qué. Decidí meterme para sentir la sensación. Había ritmo. Había música. Había rabia. Samuel, se dio cuenta que me metí y me sacó diciendo “te han podido partir la nariz”. No pude evitar soltar una carcajada. Pues desde que lo conozco él siempre se había metido en problemas.
Se nos acercó otro hombre. Gordo y bajito. Diciendo que había un problema en la entrada. Intente salir con él para ver lo que estaba sucediendo. Pero no me dejó. Me quedé en la entrada. Veía unos señores gorilas. La mayoría tenían las cabezas rapadas y bates en la mano. Se trataba de Skin Heads. Empezaron a llamar a todos los de adentro y sentí a unos hombres que me empujaron para salir. Samuel volvió y le pregunté qué pasaba. Al parecer los Skin tenían un problema con una banda. ¡wow! Parecía o bueno me sentía una protagonista de una escena de  “Historia Americana X”. Los punkeros empezaron a gritarles que se fueran. Éstos se fueron. Todos entraron y el concierto siguió. Salió como un mal final para lo que prometía una buena escena de lo que quería representar dentro de este escrito.
Unas mujeres se me acercaron, estaban detrás de mí, una me empujó hacía el pogo y las demás se metieron a hacer el baile. Intente seguirlo. Pero evidentemente no sabía lo que hacía.  Sentí varios golpes y empujones. Por primera vez sentía todo en cámara lenta, sentía como cada puño rozaba con mi piel, y en ocasiones cuando se descachaban, sentía el aire pasar. Entendí.  Me contagié. Sólo quería devolverles los puños. Sentí ira, me liberé. Aunque no sé si aplicará para todos, en mi caso, fue una catarsis. Todos los días vemos rabia por todos lados, el señor que le pita a uno en el carro, el taxista que se mete, el bus que se atraviesa por recoger a alguien, el que se cola en una fila y los demás se molestan. Pude sacar esa ira que estaba escondida en el fondo de mí. De aquella vez que un hombre me empujó entrando en el transmilenio, o cuando me rayaron el carro en un parqueadero. Para mí ese día en el concierto había acabado al igual que los sentimientos reprimidos que tenía. Me salí del baile y me sentí contagiada por esa ira del lugar. Ellos realmente representaban lo que era ese estilo de música. El punk. Rebeldía a la opresión. Catarsis, que en ocasiones puede ser mal interpretada. Que de hecho, amé.
                                                              

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